viernes, 24 de junio de 2022

Las Truculentas - El resurgir de los alados IX - Hermano

Sobre fondo negro, se ve en blanco el perfil de una mujer. Donde estaría su ojo, pone el título: El resurgir de los alados, y junto al título una daga. En la parte inferior izquierda se ve un martín pescador salpicando el agua. Justo debajo de la barbilla del perfil aparece el texto latapadelbaul.es y #LasTruculentas

 

 

(Este es un relato escrito entre varias personas. Cada una ha trabajado una parte diferente, con su propio estilo, pero todas han contribuido a que sea un gran relato. Se irá publicando cada día un relato y, a final de mes, se publicará el relato completo. Se puede seguir la serie de relatos aquí: Truculentas)


Marian May había caído inconsciente. El asombró por ver a su hermano detrás de ellas, activó los reflejos de la joven plebeya justo a tiempo para escapar del golpe que pretendía dirigirle. 

—¿Intentas matar a tu hermana? —preguntó sorprendida Lady Alción, agachándose para comprobar que Marian seguía con vida y para recoger la gema.

—¿Intentar? Yo no fallo. Aunque tú, maldita estúpida, le has dado el poder suficiente para acabar con Beyaz y eso destroza mi plan inicial.

—No sé qué pretendes hacer. Se supone que sois los protectores del reino.

—Precisamente por eso hago todo esto. Este reino está en decadencia, la gente sin valores, como tú, vaga por las calles, lleva sus negocios entre las sombras, matan, roban con total impunidad. Eso debe acabar.

—No sabes nada. Intentamos sobrevivir con lo poco que nos dejáis tras vuestras fiestas y vuestros impuestos. Sois vosotros los verdaderos ladrones de este reino, aunque tu hermana no es cómo tú.

—No, mi hermana no es como yo. Mi hermana cree en las segundas oportunidades. Yo, en cambio, en que si quieres que un problema desaparezca debes acabar con la causa. 

Esas palabras trajeron a la mente de Lady Alción antiguos recuerdos. Volvieron los días en los que las suyas fueron erradicadas como si no valiesen nada. Ya solo quedaba ella de la gran estirpe de brujas, solo ella del linaje de los alados. La magia había desaparecido del mundo. O al menos, eso había pensado hasta aquel día. 

Instintivamente, apretó la gema en su mano y esta comenzó a calentarse a la vez que su cuerpo se transformaba. Charlie se paralizó ante la imagen de aquella joven plebeya convirtiéndose en una mujer fénix. Era como ver las leyendas de los antiguos alados cobrando vida frente a él y sintió miedo por primera vez en su existencia.

Lady Alción alzó el vuelo liberando pequeñas llamas con su cuerpo que hicieron despertar a Marian de su letargo, a la vez que creaba pequeños incendios alrededor de los hermanos. 

—¿Qué está pasando? —preguntó incorporándose, con la vista puesta en Charlie.

—Hermana, la plebeya es un monstruo, seguramente aliada de Beyaz. Debemos acabar con ella, ¡pero tiene la gema!

—¡Deja de mentir! —gritó Lady Alción batiendo las alas y creando un remolino frente al joven que le hizo caer de espaldas contra el suelo—. Lady May, me has mirado a los ojos, has confiado en mí y me has reconocido. Sabes que no soy tu enemiga, pero tienes que decidir entre tu sangre y la seguridad de tu pueblo.

—¡Hermano! ¿Qué has hecho? —Las lágrimas de Marian brotaban sin control. Durante años había hecho la vista gorda por el amor que sentía por su hermano, pero siempre había temido que él estuviese buscando los poderes oscuros para ser el sucesor de su familia e implantar un gobierno de terror.

—Siempre lo has sabido ¿verdad, hermanita? —El gesto de Charlie cambió tras ver que su hermana no caería más en sus engaños. Esa maldita plebeya lo había destrozado todo.

—Me lo temía, sí, pero siempre pensé que tu amor hacía mi era igual que el que yo sentía por ti. Fui una ingenua. —Marian tocó su anillo. No quería hacer daño a su hermano pero tampoco tenía claro hasta dónde podría llegar, ya no le conocía—. Eras un niño tan dulce, podíamos haber gobernado juntos.

—¿Juntos? Tú siempre tendrías la última palabra y yo quiero limpiar el mundo, no dar segundas oportunidades a ratas, como hiciste tú con esta plebeya —Charlie se había puesto de pie y sacó un artefacto de su bolsillo. Tenía un brillo similar al del anillo de Marian, por lo que la joven tuvo claro que la única opción final sería luchar.

— Has corrompido todas las enseñanzas de nuestra madre. Has intentado traer al mundo un reinado sin libertad, has querido liberar a Beyaz…

—Y ha intentado matarte —interrumpió Lady Alción, haciendo que Marian abriese los ojos mucho más y sus lágrimas volviesen a brotar.

—¿Tan poco valgo para ti?

—Lo único que vale algo es el poder. ¿Cuándo lo vas a entender? —De repente el artefacto que Charlie tenía en la mano brilló con fuerza y emitió una rayo de luz hacia Marian. Lady Alción bajó en picado y se interpuso en la trayectoria, parando el golpe con su pecho, sacrificándose por aquella joven que una vez se arriesgó por ella.

—¿Qué has hecho? —preguntó Marian llorando abrazada al cuerpo inmóvil de la joven plebeya—. No puedes desaparecer de este mundo, era la última alada, ¡eres la mujer a la que amo!

De repente, el cuerpo de Lady Alción comenzó a brillar y Marian se alejó de ella. Conocía las antiguas leyendas y si todo era cierto debía ponerse a salvo. Con la magia recogida del anillo, creó una cúpula de protección justo a tiempo, pero su hermano, agotado tras usar el objeto mágico, quedó a merced del estallido final del cuerpo de la joven alada, convirtiéndose en cenizas al igual que Lady Alción.

Marian fue testigo de todo dentro de su cúpula mágica, donde un grito desgarrador lo inundó todo. Había perdido a su hermano y a esa extraña joven que había abierto un mundo nuevo para ella. No podía respirar, pero sabía que debía recomponerse rápido. 

Cuando vio que el peligro había cesado se dirigió hacía ambos cuerpos. El de Charlie se desintegró y perdió la forma humana en segundos, pero la esperanza anidaba en ella y fue hacía Lady Alción esperando que ese no fuese su final. No quería perderla a ella también, aunque la había visto arder, deseaba tanto que las leyendas fueran fiables en ese momento… 

  —Señorita May, me debe un baile ¿recuerda? —preguntó una voz saliendo de las cenizas. Todo lo que había estudiado sobre los alados era cierto, y Lady Alción estaba viva y resurgía de sus propias cenizas, calentando de nuevo el corazón de la joven Marian. 

—Y se lo concederé con gusto. Aunque esta vez no hará falta que se cuele en la fiesta, pues será la invitada de honor. 

Al ponerse en pie ambas jóvenes se miraron a los ojos. No hacía falta decir nada más, las palabras sobraban en aquel momento en que eran conscientes de que se habían encontrado y sus almas se reconocían. El mundo desaparecía a su alrededor mientras se acercaban cada vez más, en aquel momento en el que nada de lo pasado o de lo que estaba por llegar era importante.

Marian se acercó a la Lady Alción, invitándola a dar el paso que más deseaba, a unirse a ella. La conciencia de que el mundo no aceptaría aquello y sabedora de todo lo que los May podían perder si se dejaba llevar hico que diera un paso atrás y acarició la cara de Marian, obligándola a abrir los ojos y volver a la realidad. 

—Mi señora, debemos volver —susurró sabiendo que la estaba partiendo el corazón.

—Como desees —consiguió decir Marian, confusa.

—Como debemos, no como deseo. 

 Al salir de aquel lugar, volvieron a su mundo, a ese en el que había tanto que cambiar. Aunque ahora estaban juntas y sabían lo que debían hacer. Aún había esperanza y podrían volver a los días de luz si conseguían que los Primados y la Madre Guardiana dieran el lugar que se merecía a la magia que les había salvado aquel día y que formaba parte de ellas. 


Nada más alejarse del lugar, dentro de aquella mugrosa habitación una niebla aparecida de la nada comenzaba de nuevo a tomar forma. Beyaz no era una enemiga cualquiera y tal vez haberla infravalorado sería su perdición. Sobre todo ahora que la gema olvidada entre las cenizas estaba ahora en su poder.



Este fragmento está escrito por Xandra Bilbao, miembro de #LasTruculentas.

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