lunes, 10 de enero de 2022

Una soledad sin fin


—Pero, ¿qué has hecho, desgraciado? ¡Has apretado el botón rojo!

—¿Qué botón? ¿Este de aquí? Yo lo veo más bien anaranjado…

—Mierda, mierda, mierda. ¿Es que no te enseñaron nada en la estación? ¿Qué mierda de piloto eres tú?

—¡Eh, un poco de respeto, fontanero! Hice todos los cursos que tenía que hacer, seminarios, clases… ¡Estoy aquí porque me lo he ganado! Y no sé por qué dice que soy un piloto. Obviamente, no lo soy.

—¿Qué? ¿Que no eres piloto? Ahora sí que la hemos hecho buena.

—No, no soy piloto. Soy matemático, y uno muy bueno por cierto. Así que un poco de respeto no vendría mal. Y… Espere, ¿qué es ese ruido?

—¡Ja! Ese ruido, como tú lo llamas, es el anuncio de que la hemos cagado. Suena fuerte, ¿verdad? Pues va a seguir así durante los próximos veinte minutos. Para volverse loco, ¿no?

—Es un pitido horrible, se mete en tu cabeza aunque te tapes los oídos. ¿Qué significa?

—Significa que el botón rojo que has pulsado sin saber lo que estabas haciendo solo se usa en caso de emergencia. Elimina el soporte vital de una zona de la nave para evitar comprometer el resto. Estamos jodidos…

—¿Cómo… Cómo que elimina el soporte vital? ¿La gravedad artificial? ¿El oxígeno?

 

QUEDAN DIECIOCHO MINUTOS Y VEINTE SEGUNDOS PARA EL CAMBIO A MODO HIBERNACIÓN. LAS EXCLUSAS SE HAN BLOQUEADO POR SEGURIDAD.

 

—Todo. Dejará este compartimento cubierto ante la radiación cósmica, para proteger los equipos electrónicos. El resto se cancelará: oxígeno, gravedad, temperatura… Todo se pondrá en el modo de mínimo consumo. Porque has pulsado el botón rojo.

—Pero… Pero si es tan grave no debería haber estado ahí. ¡No se puede poner ese botón al alcance de cualquiera! ¡Es un fallo de diseño, no es culpa mía!

—Está claro, la culpa nunca es de nadie. El informático, ese siempre es el malo.

 

QUEDAN DIECISÉIS MINUTOS Y CUARENTA Y CINCO SEGUNDOS PARA EL CAMBIO A MODO HIBERNACIÓN. LAS EXCLUSAS SE HAN BLOQUEADO POR SEGURIDAD.

 

—¿Y no hay nada que podamos hacer? Seguro que hay algún botón, una palanca, ¡algo con lo que podamos parar esto!

—Esta zona está totalmente automatizada. Se suponía que era mucho más seguro dejar todo esto a las máquinas. Y a la vista está que tenían razón.

—¡No es culpa mía! A ver, vamos a pensar racionalmente. Usted es mecánico, ¿verdad? Al menos lleva ese uniforme, Sam.

—¿Sam? A ver, sí, soy mecánico. Y como sé de lo que hablo te digo que no hay nada que podamos hacer. Y no, no me llamo Sam. S.A.M.: Sistema de Atención y Mantenimiento. Por lo visto tampoco sabes diferenciar una etiqueta de un nombre. Me llamo David.

—Encantado, yo soy Jorge.

 

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—¡Me importa una mierda cómo te llamas y está claro que yo no estoy nada encantado! ¡Estamos a punto de morir y sigues con tus monsergas!

—Vale, vale, discúlpeme. Como le decía, quizá si tratamos de descomponer el problema en partes más sencillas podamos resolverlo. ¿Hay alguna forma de comunicar con el resto de la nave, con la zona ocupada por la tripulación?

—No, no hay comunicadores, te lo he dicho antes, no estaba prevista la presencia humana en esta área. Aún no entiendo cómo has llegado hasta aquí.

—Pues… Estaba dando un paseo y me perdí. Soy algo despistado, ¿sabe?

—No hace falta que lo jures.

—A ver, las máquinas… ¿no están programadas con las leyes de la robótica? ¿Las famosas Tres Leyes? ¿Cómo es que no las están cumpliendo?

 

QUEDAN ONCE MINUTOS Y CINCUENTA SEGUNDOS PARA EL CAMBIO A MODO HIBERNACIÓN. LAS EXCLUSAS SE HAN BLOQUEADO POR SEGURIDAD.

 

—Por tercera vez. No debería haber personas aquí. Yo estaba haciendo unas revisiones previas al despegue. La única razón de que haya soporte vital es para ese momento, la comprobación previa a la separación de la estación espacial. No hay cámaras ni sensores de vida de ningún tipo aquí dentro. ¿Cuántas veces te lo tengo que explicar?

—Es que me resulta muy difícil de entender que en un sitio como este no hayan puesto ningún interruptor de seguridad. En los cursos nos enseñaron que siempre había un botón en los pasillos, en todas las cubiertas, para cancelar una emergencia. Claro, eso no es para el pasaje, sino para la tripulación, pero estar, están.

—Pues resulta que aquí no. En los planes iniciales sí que habían previsto poner algo así pero con los recortes se pensó que no era necesario, se revisaron los diseños mientras la nave estaba en el taller y los pomposos de los jefes disfrutaban con… con…

 

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—¿Con? ¿Qué… Qué le pasa? ¿Por qué se ha quedado callado de pronto? Me está mirando de una forma extraña y no me gusta…

—¿Qué? No, hombre no, que piensas que todo va contigo. Se me acaba de ocurrir algo. Al cambiar el diseño sobre la marcha es posible, solo posible, que dejaran parte del circuito montado, aunque no lo terminaran del todo. Si eso es así… Si eso es así debería haber una trampilla por aquí… Junto a este conducto… Rápido, Numeritos, pásame la llave azul de ahí encima.

—¿Cómo? ¿Numeritos? Oiga, creo que…

—¡Te calles, leches! Pásame la llave que nos quedamos sin tiempo. Si sobrevivimos, me abroncas después.

 

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—Aquí tiene.

—Gracias. A ver, si giro este tornillo por aquí abrimos el compartimento… Vale, ya está a la vista. Ahora necesito el sinector amarillo que está en la bandeja.

—No sé lo que es un sinector, pero esto es lo único amarillo entre tantas cosas.

—A ver, lo aplico aquí… Vale, aquí tenemos corriente, por fin un poco de suerte. No se llama sinector, se llama multímetro y es una tecnología de hace cientos de años, pero sigue siendo igual de eficiente. Eres fácil de timar, Numeritos.

—Ahora, ¿qué necesita? ¿O va a seguir tomándome el pelo?

 

QUEDAN TRES MINUTOS Y VEINTE SEGUNDOS PARA EL CAMBIO A MODO HIBERNACIÓN. LAS EXCLUSAS SE HAN BLOQUEADO POR SEGURIDAD.

 

—Dame la caja entera, tardaré menos. ¡Pero no seas bruto, hombre! ¡Ciérrala antes, que se caen todas las herramientas!

—Pesa más que el baúl de mi equipaje.

—Apuesto a que lo llevaron los robots de transporte. Vamos allá. Corto aquí… y empalmo allí…

—¿Seguro que sabe lo que está haciendo?

—Sí, a eso me dedico, a arreglar está condenada nave. Vale, creo que ya está.

 

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—¡Rápido! ¡Termine ya!

—Ya he terminado, no hay nada más que hacer. He mandado una señal de emergencia que debería llegar al panel del comandante. Si hay suerte… Si hay suerte la verá y sabrá lo que debe hacer. Si no…

 

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—¿Y ya está? ¿Terminaremos así? ¡Estaba a punto de publicar la resolución de la teoría Yang-Mills! ¡Y ahora se quedará sin solución para siempre!

 

QUEDAN 10 SEGUNDOS PARA EL CAMBIO A MODO HIBERNACIÓN. LAS EXCLUSAS SE HAN BLOQUEADO POR SEGURIDAD.

 

—Siéntate, Numeritos. Siempre será mejor que nos encuentren muertos dignos y sentados, y no tirados en el suelo.

 

 

 

 

SE HA CANCELADO EL MODO HIBERNACIÓN.

 ABRIENDO EXCLUSAS.

 

 

 

 

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Lo hemos conseguido?

—Lo he conseguido, pero sí. Vaya, no creía que fuéramos a lograrlo, me tiemblan las piernas. Ya se abre. Ahí está la tripulación. ¡Chicos, no sabéis lo que me alegro de veros!

—¡Enhorabuena! Habéis conseguido superar la simulación de crisis #357, podéis pasar a recoger vuestro equipaje a vuestros aposentos temporales y descansar hasta mañana.

—¿Pero… Pero qué es esto? ¿Me está tomando el pelo? ¿Esto era una prueba?

—Hay muchas solicitudes y poco espacio. No podemos permitirnos la carga inútil y ustedes, cada uno a su manera, se han mostrado resolutivos.

—¿Y si no hubiéramos superado la prueba?

—Déjalo, Numeritos, no insistas más.

—¡Quiero saberlo!

—Muy bien, usted sabrá. El final habría sido el predicho. Se habrían quedado sin aire, sin gravedad y sin regulador de temperatura. No habrían durado más de cinco o diez minutos. Luego los habríamos soltado al espacio junto al resto del personal que no ha superado la prueba.

 

Nos giramos y vimos, por la única ventana de la sala, cientos de cuerpos congelados flotando, alejándose despacio.

 

Un frío sin fin.

 

Un silencio sin fin.

 

Una soledad sin fin.

 


1 comentario:

  1. Ostras, qué buen relato. Me ha gustado mucho. ¡Cuanta tensión! Ya estaba con el corazón en la boca. Todo por una simulación...
    Y a la vez, esas pinceladas de humor entre el mecánico y el "numeritos". Un impactante final.
    Un abrazo!

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