Este artículo es un análisis en profundidad de mi relato «Hambre».
Este relato también participa en los Premios Droide y Druida 2022. Puedes votar por el relato hasta el 16 de enero en este formulario
Te aconsejo que lo leas antes de seguir, porque nos vamos a internar en la zona spoiler.
¿Seguro? Pues vamos allá.
Hambre es un texto que escribí entre diciembre del 2020 y enero del 2021, en un grupo de escritores que nos propusimos hacer un relato al mes. La idea de este me rondaba de hacía tiempo y todo da vueltas alrededor del final del relato. La última frase es lo que me guio para construir todo lo demás: «algún día te van a comer las pelusas» es algo que podemos haber escuchado todos. ¿Y si fuera cierto?
Tomando eso como base, construí un relato en que el monstruo son las pelusas. La única forma que se me ocurrió fue en una casa sucia, llena de porquería, tanta que se puede generar vida debajo de la cama, otra idea común en la vida de los adolescentes y que las madres repiten sin cesar.
La construcción del monstruo al principio me costó, porque debía ser algo que no tuviera conciencia de sí mismo pero debía aprender a toda velocidad para darle ritmo al relato. Lo que lo motiva es la energía que consume, que lo hace crecer.
Esa energía al principio son restos de comida de David pero al final acaban siendo pequeños insectos. La idea que tenía en la cabeza eran las cucarachas ya que, además, por aquellas fechas tenía problemas con estos bichos en mi casa, así hice que se los comiera el monstruo.
Conseguir que entendiera las emociones me llevó también un tiempo y se me ocurrió que sería más sencillo hacerlo por contrarios. La alimentación es lo primero que necesita cualquier ser vivo y para encontrarla necesita sentir de alguna forma dónde hay algo. De ahí surgen los conceptos «hambre», «no hambre», «cerca» y «no cerca».
Va creciendo y llega un momento que no solo puede perseguir a los nutrientes sino que es consciente del paso del tiempo y su hambre desmedida le lleva a querer devorar el mundo. No tiene iguales, no tiene empatía, no tiene experiencias, por lo que todo en el mundo está a su disposición, para servirle. Comerse el mundo es el único resultado posible.
Una vez que existe el tiempo, al entender el antes y el después, puede planear y decidir lo que hará más tarde. Es el momento de mayor desarrollo del monstruo que se prepara para salir al exterior porque sabe que ese momento llegará, ahora que es consciente del transcurso del tiempo.
Por otro lado, David es el prototipo de un cerdo. Un soltero que vive solo y lo deja todo tirado, lleno de porquería. Podría esconderme y decir que no, pero tiene una vaga similitud con la experiencia de cierta persona en su beca Erasmus... Pero exagerada. Además, es una persona egocéntrica. Se puede ver que es una personalidad equivalente a la pelusa: piensa que todo el mundo está para servirle a él y si no es así, se enfada. Con su jefe, con sus compañeros, con el mundo. Y su madre es una sirvienta de la que se aprovecha.
Al final su gula puede con él y es devorado por la pelusa cuando se juntan sus mundos. Solo puede quedar uno y es, por supuesto, el hambre sin sentimientos del monstruo de pelusas.
La última parte, el monólogo de la madre, me salió casi del tirón. Me parecía estar escuchando a una madre revisando la casa con tono acusador pero al mismo tiempo con cariño por su hijo. Y el final es, bueno, el que tenía que ser.
En algún momento me planteé que acabara con la madre aspirando las pelusas pero luego me di cuenta de que este final tenía mucha más fuerza y reservaba toda la sorpresa para la última frase del relato.
Hasta aquí mi análisis. Si tenéis dudas, preguntas o cualquier comentario, sois todos bienvenidos a llegar hasta el baúl con el cuchillo entre los dientes.
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